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La pintura de Pedrín García

Por Andrea García Casal, historiadora del arte y crítica de arte.

‘’Mi pincelada no tiene sistema alguno. […] En suma, me siento inclinado a pensar que el resultado es tan inquietante e irritante, al tiempo que una bendición, para quienes tienen ideas fijas y preconcebidas sobre la técnica’’.

Vicent Van Gogh. Mi pincelada no tiene sistema. Carta a Émile Bernard, Arlés, abril de 1888.

El pintor postimpresionista Vicent Van Gogh definió a su pintura como inquietante e irritante; una pincelada que no tiene sistema alguno. Su objetivo era romper con el sistema, la tradición y lo académico, yendo más allá de la excelente ejecución del dibujo y el uso medido del color para crear un efecto de ilusión de la realidad visible.

En este contexto, la pintura de Pedrín García (Granada, 1962) merece una atención especial. Prefiere evadirse de lo clásico, dándose cuenta de que la experimentación es el único camino válido para avanzar artísticamente. Su pintura, al igual que lo fue la de Van Gogh en su tiempo, tiene un punto de aberración, de quebrar los cánones, muy necesario para considerarla actual. Así, también tiene en común ese gusto por tomar riesgos en pro de la innovación con el artista Willem de Kooning, al que admira profundamente. Pintores de enérgicos trazos, colores vibrantes y carácter subversivo.

Las obras de García se caracterizan por ser ejecutadas de manera rápida, primando el color y las texturas generadas frente al dibujo. Los motivos plasmados poseen menos trascendencia e incluso la temática pasa desapercibida. Sus pinturas terminan tornándose sintéticas cuando se presenta la figuración, mientras que otras son directamente encuadradas en la abstracción. García experimenta con una variedad de técnicas, incluyendo el óleo, la pintura acrílica y el grafito.

Lo más llamativo de su producción reciente radica en la creación de pinceladas en forma de puntos, muy cargadas matéricamente, aportando densidad y hapticidad a la composición. La presencia de los puntos es fundamental para dar sentido a la obra, mostrando la primacía de la forma, del color y del empaste creado por encima del fondo, ya sea representacional o a-representacional. Para el artista, lo más importante de estos puntos es que son creados mediante la repetición, apartándose de las tesis de la plástica abstracta; resulta crucial reivindicar el gesto reiterado que origina cada punto, en lugar de quedarse solo con la forma representada —esta forma es el círculo, debido a la exaltación de la geometría propia de la abstracción, en su búsqueda de descomponer y simplificar la realidad visible—.

En definitiva, la pintura de García es un testimonio de la evolución continua del arte. A través de su trabajo, vemos como desafía las normas establecidas y forja su propio camino, su identidad artística, separándose de la tradición, aunque no aborreciéndola, pues sin esta, no podríamos hablar de arte en nuestra centuria. Como bien afirma el propio artista, ‘’el mundo de la pintura, de la expresión gráfica ha evolucionado. Simplemente, estamos en el siglo XXI’’.

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